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Charles Lloyd, maestro

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El director del Heineken Jazzaldia, Miguel Martín, entregó ayer ante una Plaza de la Trinidad llena el Premio Donostiako Jazzaldia de este año al saxofonista Charles Lloyd, que lo recibió emocionado. La placa que simboliza el premio dice: “Por su trayectoria musical y por ser un modelo para las futuras generaciones de músicos de jazz”. Su recorrido artístico es precisamente el que le permitió ofrecer un concierto memorable que el público, puesto en pie, agradeció con una larga ovación. Su influencia en otros músicos es innegable, porque bastó ver cómo Lloyd sacaba lo mejor de tres instrumentistas jóvenes y entusiastas: el pianista Gerald Clayton, el contrabajista Reuben Rogers y el batería Eric Harland. Dentro de muchos años, los tres destacarán en las primeras líneas de su biografía que tocaron con Charles Lloyd. Y a lo mejor hasta se acuerdan del concierto de “la Trini”.

La segunda parte del concierto también tuvo como protagonista al saxofón. La banda, llamada Saxophone Summit, tenía en primera fila a Joe Lovano, Greg Osby y Dave Liebman. Lamentablemente, Liebman tuvo que recibir atención médica y no pudo subir al escenario. Eso impidió apreciar toda la potencialidad de semejante grupo, que como trío de ritmo tenía nada menos que a Phil Markowitz, Cecil McBee y Billy Hart.

En el Auditorio Kursaal, no se sabe muy bien si escuchamos un piano de cien teclas o un arpa de cien cuerdas. Es lo que tiene juntar a una virtuosa del piano, la japonesa Hiromi, y a un virtuoso del arpa, el colombiano Edmar Castañeda. Un tifón del Pacífico y un huracán del Caribe que desataron un vendaval sonoro. Los dos juntos creaban un universo novedoso; cuando tocaban por separado, emocionaban con su sensibilidad. Otra vez, el público en pie.

En pie estaba también el público en la arena frente al Escenario Verde. Dos propuestas muy diferentes: los locales Niña Coyote eta Chico Tornado, que aumentaron su legión de seguidores, y los Apóstoles del Funk de Cory Henry, que no se anduvieron con chiquitas y apabullaron desde el comienzo con una gran intensidad rítmica.

En el Museo San Telmo, siguió con una excelente acogida el ciclo de aniversarios de grandes músicos. Esta vez tocaba recordar el centenario del nacimiento de uno de los más grandes pianistas universales, Thelonious Monk. La responsabilidad recayó en el que, probablemente, es el mejor pianista vasco de jazz, Iñaki Salvador, que la resolvió con solvencia.

Las terrazas del Kursaal registraron un gran ambiente, así como el estreno del Espacio Skoda en el bonito marco de los jardines de Alderdi-Eder, junto a la Playa de la Concha.

Esto es un festival de jazz. Y aquí hay jazz desde el mediodía, en San Telmo, hasta la medianoche, en el Teatro Victoria Eugenia. Con un buen reclamo: un dúo de pianistas de distinta escuela y de idéntica devoción al jazz, el gaditano Chano Domínguez y el italiano Stefano Bollani.