Desde el punto de vista del jazz contemporáneo, todo lo que toca John Zorn lo convierte en oro. Es un compositor infatigable, un seleccionador de músicos certero y un director de banda meticuloso. Su último libro de composiciones, The Bagatelles, lo ha convertido en concierto bajo el nombre de Bagatelles Marathon. Siete agrupaciones diferentes, diecinueve músicos, dos horas y media de un torrente musical sin interrupciones. Todo cabe en el universo creativo de Zorn y los músicos de su escudería; todo lo que sea de una calidad exquisita, se sobreentiende.
La otra protagonista de ayer fue una pianista. Dirán ustedes: Diana Krall, claro. Claro. Diana Krall es protagonista siempre, por mérito propio. Es un lujo tenerla en San Sebastián. Fue la primera en agotar las entradas, y vista la reacción del público y la crítica a su actuación de ayer, las agotará cada vez que venga.
A Diana Krall no hace falta añadirle más adjetivos laudatorios. Antes nos referíamos, en realidad, a la pianista japonesa Ai Kuwabara. El público que llenaba el Teatro Victoria Eugenia no podía creerse que estuviera haciendo semejante descubrimiento, y además en un concierto gratuito. Ai Kuwabara es un prodigio de técnica pianística y de virtuosismo en la ejecución; pero tiene algo más que le evita caer en el simple academicismo: ideas propias que le permiten hacer una reinterpretación única de algunos clásicos jazzísticos.
En la Plaza de la Trinidad, no solo Diana Krall proporcionó momentos de gozo; también lo hizo Houston Person, uno de los ilustres del saxo tenor, que toca las baladas como solo los veteranos saben hacerlo. Y el otro saxofonista ilustre y veterano en este Festival, Charles McPherson, dio un conciertazo en el Victoria Eugenia.
El Museo San Telmo acoge conciertos en pequeño formato que están teniendo una gran aceptación entre el público. Ayer fue el turno de Baldo Martínez y su grupo, y el contrabajista gallego volvió a demostrar que es uno de los músicos más representativos del jazz contemporáneo hecho en España.
